miércoles, 14 de diciembre de 2011

La merecida alegría de una gran familia que sabe sufrir.

Rubén Castro recoge el fenomenal pase de Juanma y encara a Diego Alves. Todo el banquillo se pone en pie, los ojos se salen de sus órbitas y los corazones resultan estar frenéticos. El más tranquilo de todos es el delantero canario, que marca. La locura se apodera del Villamarín. Nadie se creía el 2-1 final. En la banda, ya pisando los límites legales del terreno de juego, jugadores que habían participado en el choque (Santa Cruz, Jonathan Pereira) se abrazaban con empleados (utilleros, médico, psicóloga, delegado, fisioterapeutas), técnicos (Roberto Ríos, David Gómez) y otros futbolistas no convocados (Ustaritz, Chica, Goitia). Formaban una piña, entrelazados sus brazos y coincidentes sus caras en la felicidad del momento, y en el centro un tecnico, Pepe Mel que con las lagrimas saltadas recibia el cariño de todos. Estalló esa tensión que tan a prueba ha puesto la estabilidad de un vestuario que demostrado esta, es una verdadera familia. AUTOR: MORO.

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